Cancun- Pagina 19

Se espera que continúen las lluvias en Quintana Roo

Cancún.- Todo parece indicar que será un día nublado y con rachas de lluvias ocasionales a lo largo de este jueves 19 de diciembre sobre la geografía de Quintana Roo, debido al frente frío número 23 que se encuentra en la península de Yucatán al sureste de la República mexicana.
De acuerdo a la valoración y análisis de la información meteorológica realizada por el servicio meteorológico nacional se informa que existe una masa de Aire Polar Continental que impulsa el Frente Frío No. 23 (Ubicado en la porción media del Mar Caribe) y Cuña (Canal de Alta Presión); uno localizados en superficie uno sobre el Golfo de México , la Región Peninsular hasta el occidente del Mar Caribe; la Cuña a largo de la vertiente del Golfo de México hasta bel el Istmo de Tehuantepec; ambos sistemas se mueven lentamente al este-sureste; de esta forma provocarán ligeros descensos en las temperaturas, viento fresco y arrachado del norte, nubosidad dispersa y lluvias aisladas ocasionales sobre la Península de Yucatán y Estado de Quintana Roo, se espera que se mantenga la influencia durante el día de hoy.
El tiempo general de Quintana Roo será de Medio Nublado, lluvias aisladas acompañado de algunos chubascos ocasionales, temperaturas frescas a calorosa, Viento variando fijándose al norte de 15 a 25 kilómetros por hora, con algunas rachas ocasionales fuertes.
La sensación térmica máxima para el día de hoy será de 30ºC mientras que la mínima rondará en los 22°C.
En tanto que la temperatura máxima se registrará de 30 a 32°C en tanto que la mínima será de 18 a 20°C.
El Sol mostró sus primeros rayos de Sol a las 7:11 de la mañana y se ocultará a las 18:25 hrs.
Como cada día, la Coordinación Estatal de Protección Civil emite las recomendaciones de estar pendiente de los boletines oficiales, así como la de tomar la mayor cantidad de líquidos; consumir frutas y verduras ricos en vitamina c.

Un año desaparecida, y la esperanza de que vuelva sigue…

Cancún Quintana Roo .- “Mi esposo duerme todos los días a un lado de la puerta, esperando a su hija, esperando saber algo y yo quiero creer que sigue viva, que se la llevaron a otro lado”.

Ese es el testimonio desgarrador de Guadalupe, una madre que a casi 9 meses de que su hija desapareciera sin dejar rastro, sigue con la esperanza de volver a verla y abrazarla.

La noche del 15 de diciembre del 2018, Ingrid Estefani Vázquez Arias fue a una discoteca en la Zona Hotelera de Cancún, y después se dirigió a otro bar llamado “Flow”, ubicado por la plaza de toros y jamás volvieron a saber de ella.

“No podemos derrotarnos porque tenemos más hijos, pero las visitas a la Fiscalía son más que tortuosas, porque siempre nos dicen lo mismo: que siguen investigando”.

Con la joven que desapareció -cuando tenía 20 años-, iba otra mujer de nombre Lizeth Alejandra, de quien la familia de la desaparecida sospecha podría ser reclutadora de jovencitas para una red de trata de personas.

Hasta ahora, nada se sabe del paradero de la joven desaparecida, y las autoridades ministeriales no han podido lograr avances concretos en la investigación.

Guadalupe Arias Silván es una mujer que, como miles en todo el país, sigue esperando el regreso de su hija Ingrid Estefani, quien desapareció desde el 15 de diciembre del 2018 y hasta la fecha no saben nada de ella.

Con el rostro sereno, la aún joven mujer comenzó a recordar, cómo fue el día en que su hija salió de casa para divertirse, y ya nunca más volvieron a verla.

“El nombre de mi hija es Ingrid Estefani Vázquez Arias, ahorita ya tiene 21 años, en junio cumplió 21 años. El 16 de diciembre del 2018, ella salió en la noche del 15 de diciembre y ya para el 16 ya no supimos nada. Su última conexión en las redes sociales fue entre 3 y 4 de la mañana, publicó que estaba bajando del Dady O en la zona hotelera. Ella publicó un video bajando del Dady O con la chica con la que se vio la última vez, se llama Lizeth”.

Con voz pausada, Guadalupe dijo que esa amiga les dijo que bajaron de la Zona Hotelera, del Dady O y se fueron a otro antro que está por Plaza Solare, uno de nombre Flow, (ahora desaparecido) que iban su hija, Lizeth y otros tres amigos; pero que cuando llegaron al “Flow”, los amigos de Lizeth se fueron porque no les gustó el lugar.

“Ella dice que llegaron a ese lugar Flow, que sus amigos con los que andaban se fueron porque no les gustó el lugar, que ellas llegaron y que cuando llegaron ahí se encontraron al novio de ella, entonces como le había dicho a su novio que no iba a salir, se pusieron a discutir y que tardaron aproximadamente 40 minutos a una hora discutiendo en la puerta, y que si mi hija salió no la vio. Ella alega que mi hija se quedó con su bolso, y que tenía no sé cuantos celulares y no sé cuánto dinero, ya la llamaron a declarar a ella y a otra persona que también vio a mi hija ese día, otra chica”, recordó.

Al ver que las horas pasaron y no sabían nada de su hija, Guadalupe y su esposo insistían marcándole a su teléfono, sin obtener respuesta alguna y así, pasó todo el domingo 16 de diciembre.

“Ya en la madrugada del lunes, ahí si nos preocupamos y el lunes 17 en la mañana ya empezamos a hablarle a otros amigos, si sabían algo de ella. Un amigo de ella que se llama Natanael fue el que dijo que eso estaba muy raro, me dijo que lo iba a subir a redes sociales y le dije que no, porque podía asustarse o pensar que estábamos enojados, entonces ya el lunes como al mediodía ya sabíamos que algo había pasado; porque desaparecerse por tanto tiempo no era normal en ella. Ese mismo día fuimos a poner la denuncia y desde ese día hasta hoy nos dicen que las investigaciones siguen, que le están dando seguimiento, que no nos pueden decir mucho para no entorpecer lo que ya tienen, pero así me tienen, nada en concreto. Les hemos dado el tiempo, la pauta, para que ellos investiguen, pero cuando vamos a pedir informes, no nos saben decir nada, absolutamente nada”, dijo.

Tras la denuncia hecha por los padres de Ingrid Estefani, el Ministerio Público del Fuero Común inició la carpeta de investigación es la FGE/QR/CAN/UAPD/12/17/2018.

“Nos dicen que tienen muchos casos, lo que ellos alegan es que regularmente o casi siempre es que se escapan con el novio, que eso es lo más frecuente y es lo que sale siempre, pero mi hija no tenía la necesidad de eso”.

Tortuosa espera

Una vez que la autoridad intervino, los padres de Ingrid Estefani confiaron en que pronto sabrían algo de su hija, pero los días siguieron pasando y nada sabían de ella.

“Por nuestra propia cuenta sólo investigamos a los amigos, nos hemos metido al Facebook de esa tal Lizeth, dio de baja sus cuentas pero el otro día las dio otra vez de alta, aparece como Lizeth Alejandra. Es lo que nosotros pensamos y se lo dijimos al licenciado, investíguela a ella, en un principio pensamos que era extranjera, pero es mexicana.

Sólo hemos checado en redes sociales, con amigos cercanos a ella por si saben algo, o por miedo a que les hagan algo no digan, porque yo estoy segura que alguien sabe algo, pero por miedo o no sé, la gente no habla.

Pareciera que se la tragó la tierra, alguien tuvo que haber visto algo, alguien pudo haber visto algo”, agregó.

La última vez que los padres de Ingrid Estefani fueron a la Fiscalía General del Estado, para preguntar el avance de la investigación, la respuesta fue la misma: “cualquier cosa vamos a estar en contacto por teléfono”, prácticamente, le dijeron “ya no venga”.

“Yo sé que no soy la única mamá con una hija desaparecida, no soy la única que está pasando por todo esto, somos muchas mamás, muchas familias. Mi hija estudiaba y trabajaba, vendiendo boletos para cruceros que van a Isla Mujeres, en la Zona Hotelera, estaba estudiando para sobrecargo”.

Las falsas pistas

El hacer públicos sus números telefónicos en las redes sociales, para recibir alguna noticia sobre su hija, expuso a la familia a otro dolor más, el ser engañada por estafadores que les hacían creer que tenían a su hija y les pedían dinero como rescate.

“Nos hablaron una vez para decirnos que tenían a mi hija, que les habían dado la orden de matarla, pero que ellos querían entregárnosla, que la tenían en un hotel. Se hizo un depósito de cinco mil pesos y nos dijeron que la íbamos a recoger por el Walmart que está por Las Torres, esto fue en mismo diciembre, acababan de pasar como cinco días que ella había desaparecido.

Recibimos otra llamada, en donde nos dijeron que tenían a nuestra hija y que si no les mandábamos dinero, le iban a cortar un dedo. Yo le dije que quería algo para saber que era mi hija, me dijo le voy a cortar un dedo y le dije córtaselo, yo conozco a mi hija y conozco sus dedos y todo. Cuando le dije así, me colgaron y ya jamás me volvieron a llamar hasta el día de hoy”.

Tratar de vivir con el dolor

“Su ropa la guardamos porque se estaba llenando de polvo y era más deprimente para todos.

Ha sido un proceso muy duro, hay días altos y bajos. Tratamos de olvidarlo pero cuando llegamos a nuestra realidad, otra vez revivimos el dolor.

Nuestro refugio ha sido Dios, nuestra esperanza en Él, confiando en Él nada más y saber que está fuera de nuestras manos hacer algo. Solamente Él puede darnos una respuesta a esto y tanto mi esposo y yo como padres, no podemos derrotarnos porque tenemos otros dos hijos, uno de 22 y una niña de 14. Ha sido un proceso muy duro”.

Tras lo sucedido, Guadalupe, ya con los ojos húmedos por las lágrimas que amenazaban por asomarse, dijo que llegaron a la conclusión de que no deben dejar que lo que están pasando los derrumbe, y que muy al contrario; los debe hacer más fuertes como familia.

¿Cree usted que su hija sigue viva?

“Yo quiero creer que sí, pero también he pensado en muchas cosas, hay días que no sé ni cual es mi humor, pero alegría completa, no, por la situación que estamos viviendo.

Mi esposo, a él le ha costado más trabajo sobrellevar esto, asimilarlo, porque era su niña, a pesar que tenemos una niña más chica, él y ella eran muy unidos y mi esposo todos los días se duerme a un lado de la puerta, esperando a su hija, esperando saber algo, está al pendiente por si llega un carro, si viene alguien, pero hasta el día de hoy, nada. No creo que siga en Cancún, yo creo que se la llevaron”.

Fuente: Unidos por Quintana Roo.

El día que Alberto Capella usó a letal sicario para atrapar a miembros de un cartel, según narra el The New York Times

Por Julio César Solís

CANCÚN, MX.- El periódico The New York Times, uno de los emblemáticos de Estados Unidos y el mundo, publicó un reportaje de investigación sobre el sicario más letal del cártel Guerreros Unidos, y que tras ser detenido en el estado de Morelos, formó parte de un programa ‘improvisado’ de testigos protegidos, implementando por Jesús Alberto Capella Ibarra.

El entonces titular de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) de esa entidad, estableció una estrategia distinta que consistía en brindar protección a integrantes de grupos criminales a cambio de obtener información para la detención de líderes y desmantelamiento de cárteles.

Hoy, Alberto Capella encabeza la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo.

Por ser de interés público, a continuación se reproduce el texto íntegro del NYT, difundido el pasado 14 de diciembre:

“Me convirtieron en un monstruo”, dice el sicario más letal de Guerreros Unidos

AZAM AHMED Y PAULINA VILLEGAS / THE NEW YORK TIMES

JOJUTLA, Morelos.– Los reclutas ingresaron a un claro, donde un grupo de entrenadores estaba parado en una fila cerrada, ocultando algo.

“¿Cuántos de ustedes han matado a alguien antes?”, preguntó uno de los instructores. Algunas manos se levantaron.

Los entrenadores se separaron, dejando ver un cadáver desnudo tirado sobre la hierba. Uno de ellos puso un machete en la mano del joven que estaba más cerca.

“Desmiembra”, le ordenó.

El recluta se congeló. El instructor esperó, luego se acercó detrás del aterrado recluta y le disparó en la cabeza. Después le pasó el machete a un adolescente larguirucho mientras los demás lo miraban atónitos.

El adolescente no dudó. Le ofrecieron la oportunidad de demostrar que podía ser un asesino, un sicario, y la aprovechó. Una oportunidad de dinero, poder y, lo que más ansiaba, respeto. Ser temido en un lugar donde el miedo era moneda.

“Quería ser un psicópata, matar sin piedad y ser el sicario más temido del mundo”, dijo mientras describe la escena.

Al igual que los otros reclutas, un cártel de drogas conocido como Guerreros Unidos lo había enviado a un campo de entrenamiento en las montañas.

Imaginó ejercicios de campo, carreras matutinas, prácticas de tiro. Ahora, parado sobre el cuerpo, sólo estaba tratando de reprimir el impulso de vomitar.

Cerró los ojos y golpeó a ciegas. Para sobrevivir, necesitaba mantener el rumbo. El entrenamiento haría el resto: purgarlo de miedo y de empatía.

“Se llevaron todo lo que me quedaba de humano y me convirtieron en un monstruo”, dijo.

En pocos años se convirtió en uno de los asesinos más mortales en el estado de Morelos, un instrumento de los cárteles que destrozan la nación.

Confesó que, para 2017, con apenas 22 años, había participado en más de 100 asesinatos. Las autoridades han confirmado casi dos docenas de ellos tan sólo en Morelos.

Testigo protegido

Cuando la policía lo atrapó ese año, podría haber enfrentado más de 200 años en prisión. Pero en lugar de enjuiciarlo, las autoridades vieron una oportunidad para dividir al cártel desde adentro.

Lo convirtieron en la pieza central de una operación policial que desmanteló al cártel en el sur de Morelos, lo que resultó en el arresto y condena de docenas de sus agentes.

Para los investigadores, él era una mina de oro, un libro de referencia completo sobre la industria de asesinatos en el estado. Para el sicario, el gobierno era un salvavidas.

Por supuesto, el sistema legal de México no fue creado para este tipo de acuerdo.

La nación tiene sólo un programa oficial para protección de testigos, a nivel federal, y pocos realmente confían en él. Las fugas, la corrupción y la incompetencia lo han dejado en ruinas.

El jefe de la policía en Morelos en ese momento, Alberto Capella, quería un programa de protección de testigos que funcionara, uno que pudiera usar para aplastar el crimen organizado en su estado.

Así que simplemente creó uno clandestino, una estrategia improvisada que los exfuncionarios de justicia describen como una extensión legal.

Pero si trabajar alrededor de los límites de la ley era la única forma de combatir el flagelo del crimen organizado, pensó Capella, parecía un pequeño precio a pagar por la justicia.

“Teníamos que intentar algo”, dijo Capella, quien sobrevivió a atentado años antes, endureciendo su resolución. “No podíamos simplemente sentarnos allí y no hacer nada”.

El paso del sicario, de asesino a sueldo a testigo estatal, ofrece una rara visión del mundo de los asesinos en México y hasta dónde llegarán las autoridades para detenerlos.

Violencia sin control

Hoy se producen más asesinatos en México que en cualquier otro momento de las últimas dos décadas, cuando la nación comenzó a recopilar estadísticas de homicidios.

Los cárteles luchan entre sí por el control de la venta local de droga y las rutas de contrabando hacia Estados Unidos, mientras que las fuerzas armadas de México luchan contra todos ellos.

La violencia es la peor desde que comenzó la guerra contra las drogas respaldada por Estados Unidos hace 13 años, y asesinos como el citado en este artículo encarnan la crisis, ya que son responsables de una parte desproporcionada de asesinatos en todo el país.

Los asesinatos se han vuelto tan comunes, tan esperados, que el país se ha vuelto cada vez más insensible a ellos.

Cada año que pasa trae niveles récord de violencia, con expresiones más desgarradoras de la misma, y ​​las instituciones están tan mal equipadas para detener la marea que Capella sintió que no tenía más remedio que inventar una solución alternativa al estado de derecho quebrantado del país.

El trato fue simple: el sicario testificó contra sus antiguos camaradas y jefes, detallando el funcionamiento interno de un cártel notoriamente despiadado. A cambio, podía caminar libre, sin enfrentar ningún cargo.

Sin papeleo. Sin firmas. No hay legislación que autorice un programa de protección de testigos en el estado. Sólo un acuerdo de caballeros, tal y como los involucrados lo llamaron.

“No había nada en qué pensar”, recordó el sicario. “No quería pasar toda mi vida en prisión”.

A principios de 2019, el método de Capella demostró ser tan valioso que la policía erigió un programa de testigos aún más grande a su alrededor, reclutando a más de una docena de secuaces del cártel.

Juntos, sus testimonios llevaron a 100 condenas y ayudó a reducir los homicidios, secuestros y extorsiones en el estado, al menos por un tiempo, dijeron las autoridades.

Incluso, cuando la violencia se disparó en todo México, cayó en el sur de Morelos.

En todo el país, casi 100 personas fueron asesinadas todos los días, a menudo de maneras horribles que extendieron los límites de la imaginación humana. Menos del 5 por ciento de esos casos fueron resueltos.

Con tasas de condena tan deprimentes, Capella sintió que México prácticamente estaba emitiendo licencias para matar.

Su programa, explícitamente autorizado por la ley o no, era una oportunidad para hacer lo que cientos de otros oficiales sólo podían soñar: identificar y encerrar a los asesinos que estaban impulsando la crisis de homicidios del país.

El poder sin control del crimen organizado se exhibió por completo en octubre, cuando cientos de hombres armados del Cártel de Sinaloa sitiaron la ciudad de Culiacán a plena luz del día, obligando al gobierno a entregar una figura notable del cartel: el hijo de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante conocido como El Chapo, y lo soltó, de vuelta al inframundo.

Poco después, un cártel diferente mató a tiros a nueve madres y niños mormones, otro recordatorio inquietante del número de víctimas civiles inocentes. Como consecuencia, el presidente Trump amenazó con designar a los cárteles como grupos terroristas.

Capella sabía muy bien que su propia solución a los cárteles era peligrosa, particularmente porque dependía de la desagradable perspectiva de liberar a un prolífico asesino.

“Es algo que pocos se han atrevido a hacer”, reconoció el jefe de policía, “pero vale la pena el riesgo”.

Pero nadie, y menos el sicario, esperaba cómo terminaría el acuerdo.

Capella se mudó a otro trabajo a casi mil 600 kilómetros de distancia, y el programa colapsó lentamente.

Sin mandato legal o apoyo oficial, este año cedió debido al cambio en los vientos políticos. Algunos de los testigos se fueron y volvieron a la vida del crimen. Al menos uno fue asesinado.

El sicario se quedó hasta el verano, cuando temeroso de que la policía lo entregara a sus enemigos del cártel, huyó.

Los pistoleros no estaban muy lejos. Su hermano, que irónicamente evitó el crimen y se alistó en las Fuerzas Armadas, fue asesinado días después.

Sus padres encontraron una nota adjunta al cuerpo: esto es lo que sucede con los soplones, advirtió.

“Así es como funcionan las cosas en México”, dijo el sicario, que pidió que no se usara su nombre para la seguridad de su familia, mientras huía. “Y quiero que el mundo lo vea”.

Cómo se hace un sicario

Los jefes del cártel se agruparon en un pequeño grupo, burlándose de él. Podría robar, incluso pelear, pero no matar, dijeron. No tenía el corazón.

Se rieron, empujándolo para ver qué tan lejos llegaría. Sabía que era una prueba.

Tenía 17 años y trabajaba para Guerreros Unidos, un cártel que operaba en varios estados y traficaba heroína a Estados Unidos. De inmediato se distinguió por ser inteligente y naturalmente violento.

Respondió bruscamente. No sabían de lo que era capaz, dijo. Y en verdad, él tampoco.

Sus compañeros narcos señalaron calle abajo a dos hombres jóvenes, un par de objetivos involuntarios.

Se fue hacia ellos, preguntándose si sus jefes tenían razón: que no era capaz de asesinar a mansalva.

Luego, como si alguien más estuviera controlando sus movimientos, sacó un pequeño cuchillo de su bolsillo y, sin previo aviso, cortó la garganta del joven más cercano a él.

Mientras escupía la sangre, recordó, enterró su miedo, decidido a demostrar que era despiadado, la esencia de un sicario.

“Me bloqueé, mis propias emociones, y me dije a mí mismo que alguien más lo estaba haciendo”, dijo.

Más tarde descubrió que los dos hombres eran inocentes, y todo parte de un juego que sus jefes estaban jugando. No habían esperado que él realmente matara a nadie.

Cuando se corrió la voz y el brillo de admiración vino de amigos y conocidos, su culpa disminuyó. Nadie lo volvería a cuestionar. Ahora estaba en el camino, brutal e inmutable, para convertirse en un asesino profesional.

“Les gustó eso”, recordó. “Y a partir de ahí se me abrió una nueva carrera”.

En más de una docena de entrevistas, el sicario dijo que su infancia fue normal, incluso buena. Sus padres estaban juntos. Le enseñaron a cuidar a los demás.

“Me enseñaron valores, principios”, dijo.

Alto y delgado, con una cara redonda y ojos encapotados. Una vez soñó con jugar futbol profesional, pero se saltó la escuela para pasar el rato con una pequeña pandilla, fumando mariguana y peleándose.

Un tiempo siguió a su padre al trabajo, uniéndose a él en sus rondas para la compañía de agua local. Por un tiempo pensó en hacer una vida de tal trabajo, aunque fuera mundano y mal pagado.

Entonces su padre se quedó sin empleo, hundiendo a la familia en la ruina financiera. Su madre comenzó a trabajar desde el anochecer hasta el amanecer por pocos pesos.

Con creciente resentimiento, observó la humillación y la baja remuneración del trabajo diario, mientras los mafiosos locales ganaban mucho dinero disfrutando de un respeto que bordeaba el miedo.

“Fue entonces cuando elegí vivir día a día”, dijo. “Me convertí en un criminal”.

Se abrió camino robando y vendiendo drogas, buscando a Guerreros Unidos. Los líderes notaron su ambición. Después de ese primer asesinato, el líder del cártel le ofreció un puesto en el campo de entrenamiento de sicario.

Era 2012 y la guerra de México contra las drogas estaba en su sexto año. La violencia había alcanzado máximos históricos cuando los militares salieron a las calles para combatir el crimen organizado y los cárteles lucharon entre sí por la supremacía.

El asesinato se convirtió en una forma de mensaje, un espectáculo de sadismo: cuerpos colgados de puentes, cortados en pedazos, depositados en plazas públicas. Cada escena espeluznante del crimen como una advertencia, una forma de decir que la violencia del cártel no conocía límites.

A medida que el mercado de drogas se agitó, con nuevos jugadores subiendo y bajando, los campos de entrenamiento se convirtieron en academias para los ejecutores de la industria. El sicario vio una oportunidad.

Dijo que durante seis meses vivió en austeridad con docenas de otros hombres en las montañas del sur de México, donde conoció el terror, el hambre y el frío. En todas partes sintiendo el espectro de la muerte.

Cazaron y mataron a miembros del cártel rival y, en algunos casos, otros fueron asesinados por sus propios entrenadores por desobedecer las órdenes o mostrar dudas, dijo.

Recordó que los alumnos que se enfrentaron a los instructores fueron colgados de los árboles y utilizados para la práctica de tiro, una afirmación que los expertos en cárteles consideraron plausible.

Saber que podría morir por no seguir las órdenes, ya fuera para matar a un granjero, cortar un cuerpo o torturar a un amigo, era todo el incentivo que necesitaba para hacer lo impensable. Al menos así lo justificó.

“Me convirtieron en un animal”, dijo.

Pero detrás de cada decisión, cada acto inhumano, había una verdad de la que no podía escapar. Él escogió esta vida. Era lo que él quería.

El negocio del asesinato

En un año ya se había transformado en un asesino experto, probado en batalla y sin tener ni 20 años cumplidos.

Después del campo de entrenamiento fue enviado a Acapulco, explicó, para luchar contra otros cárteles por el lucrativo mercado de drogas en los distritos turísticos.

Un año más tarde regresó, pero a un Morelos muy diferente. Su antiguo jefe había sido abatido a tiros y su antiguo cártel, Guerreros Unidos, casi fue vencido allí, tragado por sus antiguos aliados, Los Rojos.

El sicario ya no tenía un jefe para rendirle cuentas, ni ninguna lealtad en absoluto.

Algunos de sus viejos camaradas habían cambiado de bando y los ganadores subsumieron a los perdedores.

El líder de Los Rojos, Santiago Mazari Hernández, conocido en la calle como “El Carrete”, envió un emisario para reclutar al sicario. Quería que lo ayudara a establecer operaciones de drogas en el sur del estado de Morelos. El pasado era el pasado, dijo.

“Fue unirse a ellos o ser asesinado”, recordó el sicario.

Comenzaron a vender drogas en Jojutla, luego se extendieron a Tlaltizapán, Tlaquiltenango, Zacatepec, luchando contra otros grupos en las pequeñas ciudades del sur de Morelos.

A medida que su negocio se expandió, también lo hizo su influencia, especialmente en el gobierno local. Tenían funcionarios en la nómina, explicó el sicario, para evitar sorpresas como arrestos o incautaciones.

La expansión de las operaciones significó eliminar a la competencia, no sólo de otros cárteles, sino también de delincuentes locales: ladrones, violadores, pequeños traficantes de drogas y soplones. Cualquiera que dibujara el escrutinio policial.

El asesinato rara vez fue por deporte, detalló. Estudiaba detenidamente a sus víctimas e investigaba las quejas en su contra.

Una vez confirmadas, les advertía una última vez para que se detuvieran, principalmente para evitar que llamaran demasiado la atención de las autoridades.

Si no lo hacían, planeaba los asesinatos meticulosamente, llevándolos a cabo sólo con la aprobación de arriba.

“Para matar a alguien, tenía que tener permiso”, explicó. “¿Por qué quiero matar a esa persona? ¿Simplemente porque no me gusta? Así no es cómo funciona.”

Siguió un código, dijo. No reclutaba niños y no dañaba mujeres ni personas trabajadoras si podía evitarlo.

Pero el funcionamiento del crimen organizado rara vez fue ordenado. Él mató a mujeres y civiles inocentes. A pesar de todo lo que se habla de honrar un código, a menudo era sólo eso: hablar. Los negocios siempre fueron lo primero.

The New York Times confirmó muchos de sus homicidios con las autoridades e intentó hablar con las familias de las víctimas en varios casos. Todos se negaron. Habiendo perdido a sus hijas, hijos y padres por el cártel, temían represalias.

De todas las personas que el sicario mató en su carrera de cinco años, sólo unas pocas lo atormentan. Una en particular.

Fue durante una operación de rutina, recordó, cuando sus jefes lo mandaron a eliminar a un grupo de secuestradores locales. Al llegar, explicó, encontró a un estudiante universitario con ellos.

El sicario dijo que al instante supo que el estudiante era inocente: la expresión de terror en su rostro, su lenguaje corporal, incluso su ropa.

Siguiendo el protocolo, el sicario ató a todos y llamó a su jefe. Quería dejar ir al joven. No estaba afiliado. No había necesidad de matarlo. Pero el jefe dijo que no. Cualquier testigo era una responsabilidad.

Mientras el niño rogaba por su vida, el sicario miró hacia otro lado y le dijo que lo sentía antes de cortarle el cuello.

“Ese estudiante todavía me persigue”, dijo, llorando. “Veo su rostro, ese niño rogándome por su vida. Nunca olvidaré sus ojos. Fue el único que me miró de esa manera”.

Traición y captura

A veces, en la oscuridad, la madre del sicario se arrodillaba en silencio junto a su cama, susurrándole mientras dormía. Ella sabía que su hijo trabajaba para los cárteles, incluso sin saber exactamente su función.

“Deja de hacer eso”, recordó haberle dicho una noche. “Tu Dios no puede salvarme”.

A finales de 2016 se había vuelto insensible a la muerte, buscando objetivos con una indiferencia mecánica. La vida le importaba aún menos, incluida la suya.

Recibió un ascenso, lo que trajo un salario más alto, más responsabilidades y la envidia de los demás. Todavía trabajaba para “El Carrete”, que dirigía el cártel de Los Rojos, pero estaba más paranoico y por una buena razón.

Cuanto más profundo descendía al inframundo, más entendía las pequeñas rivalidades entre los líderes. Sus vidas estaban llenas de desconfianza. El trabajo así lo exigió.

Le dijeron que matara a los miembros de su propio equipo, pues los líderes temían que se volvieran demasiado influyentes o indisciplinados. Dijo que mató a tantos que comenzó a reconsiderar a quién contrataba.

“Casi nunca recluté dentro de mis círculos de amistad”, dijo. “Reclutaría al tipo que quisiera dinero fácil”.

Pero eso lo dejó vulnerable, incapaz de confiar en su equipo. Resultó ser su ruina.

En mayo de 2017, la policía detuvo a uno de sus socios. Para evitar la prisión, les ofreció al sicario.

El 15 de mayo, el compañero traidor llamó al sicario. Tenían trabajo qué hacer, le dijo. Afuera había mucha luz, horas de trabajo extrañas para ellos, pero había una emergencia, le explicó su compañero.

Se encontraron en una casa de seguridad y se fueron juntos, dirigiéndose hacia sus motocicletas estacionadas calle abajo. El sicario escuchó a la policía antes de verlos, el chirrido de los neumáticos, los motores acelerados. Todo terminó en menos de un minuto.

Se maldijo durante el camino a la estación. Se preguntó si la tonta suerte sólo lo había salvado todos estos años.

En la estación en Jojutla, un pequeño edificio blanco frente a la prisión local, los comandantes de la policía confiscaron su teléfono. Contenía suficiente evidencia para encerrarlo de por vida.

Mientras estaba sentado y esposado a una silla, los oficiales vieron un video que había grabado en su teléfono. Era uno de sus múltiples “trabajos”.

La policía llamó a su madre, quien se negó a creerles. Sí, ella sabía que su hijo era un criminal, recordó. Pero ella se negó a creer que él fuera un asesino, hasta que un oficial la obligó a ver una entrevista en la que su hijo confesó sus innumerables homicidios.

“Nunca le enseñamos estas cosas”, dijo, sollozando. “No aprendió esa malicia de nosotros. Le dimos amor y apoyo”.

La policía comenzó a sumar lo que sabían, comenzando con varios homicidios que se le adjudicaban. Enfrentó 240 años de prisión sólo por ellos.

Pero el jefe de policía, Alberto Capella, se había cansado de las herramientas y ambiciones limitadas del estado. Forenses descuidados, oficiales corruptos e investigaciones al azar dejaron pocos casos resueltos.

Anteriormente había sido jefe de policía en Tijuana, donde en 2007 la prensa local lo apodó “Rambo” por luchar contra docenas de asesinos de cárteles en una batalla que terminó con su hogar perforado por cientos de balas.

Ahora, como comandante en Morelos, quería resultados. Mientras el sicario se sentaba en una silla de vinilo rasgada en el recinto, uno de los agentes de Capella explicó el acuerdo.

El sicario testificaría contra sus antiguos camaradas, detallando los muchos asesinatos que habían cometido. Pero en lugar de describir al sicario en la corte o en los archivos del caso como uno de los asesinos o conspiradores principales, las autoridades estatales lo enumeraron como testigo, alguien sin una participación real en el crimen.

El sicario, que entonces tenía 22 años, acordó vivir en un edificio al lado de la prisión, para su propia protección, y para que pudiera ser trasladado a audiencias públicas.

Las autoridades estatales no lo acusaron de ninguno de los asesinatos y decidieron esperar hasta que terminara de testificar. Entonces, podrían decidir cómo procesarlo, si es que lo hacían.

Por ley, se supone que los casos de narcotráfico en México deben ser manejados a nivel federal, por una división encargada de investigar el crimen organizado.

El grupo puede usar sus poderes de negociación para convencer a los testigos de que se presenten, aunque pocos lo hacen.

A nivel estatal no existe tal programa y ​​los funcionarios a menudo han encontrado sus propias formas de perseguir la justicia, a veces al violar la ley por completo.

Muchos han mantenido detenidos a sospechosos durante años antes del juicio como una forma de castigo, sabiendo que no tenían la evidencia de una condena.

Otros han optado por una solución más brutal: el asesinato extrajudicial de presuntos delincuentes.

Capella intentó un enfoque muy diferente: buscar condenas en los tribunales y desarrollar un nuevo conjunto de reglas para asegurarlas.

Cansado del débil estado de derecho de México, Capella decidió crear su propia versión.

Sus métodos poco ortodoxos y su actitud sin complejos le han traído controversia y muchos enemigos. El actual gobierno de Morelos lo acusó de malversación de fondos en un asunto separado, lo que niega rotundamente.

Algunos exfuncionarios de justicia en México consideran que su programa de protección de testigos es un tramo, y que funciona bien fuera de las normas legales.

Otros dicen que es tan inusual que no están del todo seguros. Incluso los funcionarios estatales en Morelos que apoyaron el programa reconocieron que funcionaba en un área gris de la legalidad, aunque, como Capella, lo llamaron legal, defendible y altamente efectivo.

“Prefiero cometer un gran error que ser culpable de inacción”, dijo Capella. “México está cansado de esta parálisis institucional”.

“Es un milagro, sobreviví”

Durante cinco años, el sicario vivió como dos personas diferentes: el hijo que dejó víveres para su madre y que tuvo un bebé con su novia, y el “monstruo”, como se llamaba a sí mismo, que mataba por unos cientos de dólares a la semana.

Después de su arresto, la pared entre ellos comenzó a resquebrajarse. Explicó que sufrió lo que parecían episodios psicóticos, noches sin dormir llenas de voces extrañas y sombras colapsando sobre él. Sabía que no merecía lástima, sólo culpa. Y se consoló un poco pensando en eso.

“Estaba a punto de volverme loco”, dijo. “Me pasaba dos o tres días llorando”.

Finalmente, un pastor, un convicto reformado y sin educación, vino a verlo. Al principio, al sicario le preocupaba que el hombre fuera un espía enviado por sus enemigos. Finalmente comenzó a hablar con él y, en poco tiempo, apenas pudo detenerse.

El pastor fue tomado por sorpresa por el torrente de confesiones que el sicario hizo cuando se entregó a la Biblia, con el mismo fervor que alguna vez tuvo para la violencia; una conversión tan común que es casi un cliché en el mundo de las pandillas y los cárteles.

“Esa otra persona está muerta”, dijo el sicario como si, con la repetición, se hiciera realidad.

Encontró un nuevo propósito en el confinamiento, ayudando a resolver casos sin resolver, testificando contra integrantes de cárteles y allanando el camino para unas dos docenas de condenas.

La policía dijo que vieron una verdadera transformación en él, aunque también tenían sus propios motivos para creerlo.

Para octubre de 2018, la policía había ampliado el programa para incluir una docena de testigos cooperantes.

Sin otro lugar donde ubicarlos, las autoridades alojaron a los jóvenes justo al lado de la cárcel que albergaba a los miembros del cártel contra los que estaban testificando.

Cada pocas semanas, la policía los trasladaba a los tribunales para proporcionar pruebas en los casos.

Los testigos dormían en colchones delgados en el suelo, comían en una mesa de plástico rota y se sentaban en sillas despojadas de sus espaldas. Grandes bañeras azules rebosaban de agua utilizada para bañarse y enjuagarse.

Hubo pequeñas comodidades: un televisor, un microondas y un teclado eléctrico en el que el sicario aprendió a tocar la canción principal de la película Titanic. Y cada día de la semana, el ala improvisada de la prisión se convertía en un renacimiento evangélico.

Un pastor rasgueaba una guitarra vieja y los conducía en himnos. Cuando cesaban los cantos, se turnaban para confesar los actos de violencia que habían cometido, su tentación de regresar, su gratitud por haber sido salvados.

“Hace 16 años yo era como ustedes, muchachos”, dijo el pastor, con la guitarra apoyada contra su vientre. “Es un milagro que haya sobrevivido”. Varios comenzaron a llorar sin previo aviso.

El sicario, cuyos crímenes superaron con creces los de los demás, era el líder natural. Se convirtió en una figura paterna para el grupo e hizo cumplir su voluntad empuñando un gran palo de madera.

Finalmente, los jóvenes se ganaron la confianza de sus guardianes y se les permitió un nivel de autonomía casi cómico.

A principios de 2019 ya estaban ejecutando su propia seguridad, bloqueando y desbloqueando la entrada prohibida para los visitantes, monitoreando las idas y venidas en la sala.

Algunos incluso comenzaron su propio negocio, lavando los autos del gobierno.

La policía sabía que los riesgos eran grandes, al igual que la posibilidad de fracaso. Pero su confianza creció día a día.

Capella, el jefe de policía, se jactó del cambio que había tenido en su interior el sicario. Un diputado dijo que el sicario saldría libre con una hoja de antecedentes penales limpia.

“Hemos logrado lo que nos propusimos lograr”, dijo Capella.

La desintegración

Sin embargo, la desintegración llegó antes de lo esperado. Después de más de un año en el programa, Capella consiguió un nuevo trabajo como jefe de policía en el estado de Quintana Roo.

Con su partida, el programa de protección de testigos perdió a su administrador. Era caro y estaba fuera de los libros. Nadie quería supervisar el proyecto.

Los jóvenes continuaron asistiendo a sus citas en la corte, el pastor seguía apareciendo y la novia del sicario dio a luz a su segundo hijo, una niña. Pero la energía poco a poco comenzó a desvanecerse.

Casi la mitad de los testigos se habían ido. Algunos habían terminado sus apariciones en la corte y se fueron por su propia voluntad.

Otros se habían salido, contentos de arriesgarse a la sentencia de muerte que les esperaba en la calle. Muchos se habían acostumbrado a la idea de una muerte prematura. Para ellos, el programa fue un breve respiro.

El sicario habló menos sobre lo que vino después. En verdad se había acostumbrado a la instalación. Le gustó el respeto de los guardias, los fiscales y sus compañeros testigos. Era un santuario del mundo exterior.

Afuera no sólo se preocupaba por el cártel y por una vida huyendo, también temía la tentación de que, a pesar de todo lo que había hecho por cambiar, terminara justo donde comenzó.

“Sé que ser liberado y volver a formar parte de la sociedad es más difícil que estar encerrado aquí”, dijo después de una sesión de oración. “La verdad es que prefiero estar aquí, con dolor, que allá afuera por mi cuenta”.

Para el verano de 2019, el programa estaba en mal estado: los platos sucios se apilaron, el agua se acumuló en el piso y los inodoros quedaron sin limpiar. Las luces ya ni siquiera funcionaban correctamente.

“Todo está llegando a su fin”, dijo un día. “Sólo mira a tu alrededor. El mundo está al revés”.

Ahora estaba prácticamente solo. Únicamente quedaba otro testigo. Sus amigos venían periódicamente para fumar mariguana o escuchar música en la oscuridad. Los usó para enviar mensajes a personas en el exterior, incluidos los traficantes de drogas.

La policía casi había abandonado el programa. La mayoría de los funcionarios estaban felices de verlo vacilar, ansiosos por terminar con la carga.

En el vacío, el sicario volvió a lo que sabía: vender drogas. Mientras aún estaba adentro, reclutó a antiguos testigos que habían abandonado el programa, formando un equipo de traficantes de mariguana.

El pastor se enteró y lo presionó para que se detuviera.

“Me di cuenta de cuántas personas estaba arrastrando a ese destino de nuevo”, dijo el sicario. “Conduje a mis amigos hacia la Biblia, y ahora les estoy haciendo vender drogas”.

Su recaída parecía casi inevitable. ¿Cómo podría el estado esperar cambiar a alguien tan despojado de su humanidad en sólo dos años, con un pastor no remunerado y sin educación como su única fuente de inspiración?

Quizás nunca tuvo la intención de hacerlo. El sicario había ayudado a desmantelar su antiguo cártel, dejándolo en ruinas. Ya no era de mucha utilidad para la policía.

En el exterior, sus enemigos lo verían como débil, y ya no bajo la protección de la policía.

Le gustaba afirmar que su reputación en las calles mantenía a salvo a su familia, pero eso tampoco era del todo cierto. Incluso la policía lo sabía.

El sicario se había suavizado desde que se unió al programa. Se preocupaba por su familia, sus hijos, la perspectiva de una nueva vida. La esperanza era una responsabilidad en su viejo mundo.

Uno de los policías le había advertido sobre su partida.

“No tendrás ninguna oportunidad allí afuera”, recordó que dijo el oficial. “‘Ya no eres la misma persona”.

“Lo hizo bien”, dijo el sicario. “Tenía toda la razón”.

“Lo justo sería que yo muriera”.

En una tarde soleada de agosto, el sicario huyó. Un informante le advirtió que la policía planeaba arrestarlo y presentar cargos. Cierto o no, no desperdició la oportunidad.

Había sido descuidado antes, cuando fue atrapado por primera vez. Pero ahora, después de todas las personas a las que había ayudado a encerrar, significaba una aproximación mucho más cercana a una muerte segura. Lo matarían en el momento en que lo vieran.

Se escapó de las instalaciones y se registró en un pequeño hotel en la carretera. Después de casi dos años bajo protección policial, estaba solo.

Unos días más tarde, el 5 de agosto, un par de pistoleros se hicieron pasar como clientes y llegaron al puesto de tacos de sus padres y le dispararon cuatro veces a su hermano.

Cuando los asesinos huyeron, dejaron una nota: “A ver si todos aprenden de esta manera”.

Los hermanos se parecían, por lo que los pistoleros pudieron haber pensado que habían matado al sicario. Cuando se enteró del tiroteo, deseó estar en el lugar de su hermano.

Su hermano era inocente, insistió la familia. Nunca se había asociado con el crimen organizado. Terminó la escuela secundaria, vivía en casa con sus padres, se había alistado para unirse a las Fuerzas Armadas y tenía previsto salir pronto, dijo su madre.

El sicario sabía que no merecía la libertad. “La justicia para mí”, a veces decía, “sería la muerte”. Pero su hermano era diferente.

“Me golpearon donde más dolía”, dijo el sicario, llorando, poco después del asesinato. “Lo que más amaba en el mundo me lo quitaron”.

Aun así, insistió en que no buscaría venganza. Nada cambiaría eso. Su hermano aún estaría muerto. Los asesinatos continuarían, incluso se intensificarían, absorbiendo al resto de su familia, en el tipo de ciclo interminable en el que México está atrapado. El asesinato era inevitable.

“Esto nunca terminará, no importa lo que haga”, dijo. (Fuente: The New York Times)

Carlos Joaquín afirma que números de Durazo y AMLO “me parecen una mentira”

Cancún, Quintana Roo.- Luego de que esta mañana, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México y Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno de México, dieran a conocer estadísticas en las que Quintana Roo salió muy mal, Carlos Joaquín González afirmó que él tiene otras cifras y desconoce el motivo de querer dañar su imagen.

En mi caso, me parece que es una mentira, es un dato absoluta y totalmente equivocado, no sé con qué intención”, afirmó Joaquín González en entrevista.

Detalló que él inclusive antes de la actual administración federal, ha asistido permanentemente a las reuniones de seguridad, convocadas dirigidas por él mismo, casi en 100% aseguró.

Arremetió contra el Gobierno Federal afirmando que existe una “falta de conocimiento del Estado, una falta de conocimiento de las estrategias que tenemos, no le permiten dar los datos adecuados que tenemos”.

Dejó en claro que no ha asistido al 100% de las reuniones, pero afirman que por lo menos al 98% sí.

Finalmente aseguró que en este caso el Gobierno Federal tiene otros datos “y no sé ni cómo, ni de dónde, pero me parece que deberían de informarse mejor”, concluyó.

Cabe mencionar que dentro de las estadísticas que se dieron a conocer esta mañana, el municipio de Benito Juárez (Cancún), donde pregonan buen funcionamiento de Mando Único, se encuentra en 4to lugar de las entidades con más homicidios, sólo por debajo de Tijuana, Acapulco y Culiacán.

Además, Quintana Roo también es líder en el incremento en robo de vehículos, con un incremento del 57%. Así también, el estado apareció entre los primeros 7 estados con más homicidios por cada 100 mil habitantes.

Realiza Secoes segunda “glosa ciudadana”

Cancún.- Con el argumento que la rendición de cuentas a los ciudadanos es más importante, el Secretario de la Contraloría, Rafael del Pozo Delgar destacó que esta es la segunda actividad que se realiza, ahora en Cancún para que de viva voz el gobernador, Carlos Joaquín González escuche a las organizaciones.
El funcionario estatal mencionó que este ejercicio se consolida como la revisión de cuentas periódicas, que se vincula con el Tercer Informe de Gobierno, la rendición de cuentas constitucional se hace por medio de la glosa que se presenta ante el Congreso de Estado, pero la más importante es, que muchos años se perdió de vista, que el Informe está dirigido a rendir cuentas a los ciudadanos.
“Este es el segundo ejercicio que se hace con la participación del gobernador, en una mesa donde los ciudadanos ponen los asuntos a tratar, hacen análisis de la situación que se presentó en el Informe, contrastan con los informes que ellos tienen de sus propias organizaciones”, enfatizó del Pozo Delgar.
Agregó que esto se trata de un diálogo propositivo que lleve a los actores a asumir compromisos de lo que se ha avanzado y en segundo lugar lo que se debe incluir en la agenda del estado.
Defendió que se invitaron a todas las organizaciones que tiene representatividad y que están en la base de datos del gobierno del estado; organizaciones vinculadas con el sector empresarial, al Consejo Coordinador Empresarial (Cce), Comparmex, Acluvaq (Asociación de Clubes Vacacionales de Quintana Roo), asociación de hoteles, de agencias de viaje; “pero las universidades juegan un papel relevante, no solo por sus estudiantes, sino por los profesores investigadores que tienen una agenda; el observatorio de políticas públicas, las barra y los colegios de profesionistas”.
Enfatizó que los medios de comunicación también están involucrados para participar en la agenda pública del Estado, es una convocatoria abierta, porque todos son bienvenidos, además que se les puede seguir por las redes sociales y todos los medios de difusión del gobierno.

Un Quintana Roo con desarrollo sustentable y amable con el medio ambiente

*La participación social es necesaria en toda política pública, asegura Fernán Romeo Cáceres, coordinador de la Mesa de Trabajo de Movilidad del Consejo Consultivo Metropolitano de la zona Metropolitana de Cancún

Cancún.- “Las mesas de trabajo tendrá dos objetivos, por un lado contribuir al diagnóstico general del área metropolitana de Cancún y, por otro, compartir con la Comisión de Ordenamiento Metropolitano de la Zona Metropolitana de Cancún información que permita gestionar proyectos, obras y estudios ante el Fideicomiso del Fondo Metropolitano”, subrayó Fernán Romeo Cáceres, miembro del Colegio de Ingenieros Civiles de Quintana Roo en la Zona Norte del estado.

Romeo Cáceres también coordinador de la Mesa de Trabajo de Movilidad del Consejo Consultivo Metropolitano de la zona Metropolitana de Cancún, que preside la Secretaría de Desarrollo Territorial Urbano Sustentable (SEDETUS), expresó que la participación social es necesaria en toda política pública; “las políticas gubernamentales están incompletas si no se toma en cuenta las opiniones de la sociedad”, expresó.

Dijo que la tercera reunión de la Mesa de Movilidad realizada el pasado 12 del presente mes en el marco de la -Cuarta Sesión Ordinaria del Consejo Consultivo Metropolitano de la zona Metropolitana de Cancún-, generó una impresionante lluvia de información entre integrantes de la Mesa, que permitirá complementar la fase de diagnóstico, para posteriormente hacer una evaluación.

“Como Colegio de Ingenieros Civiles, queremos que haya desarrollo, que haya construcción, pero principalmente que sea sustentable y amable con el medio ambiente, que los proyectos se conviertan en realidad, pues desafortunadamente muchos se quedan en el escritorio por la falta de recursos o una mala planeación”, señaló Romeo Cáceres.

Al respecto el secretario de la SEDETUS Carlos Ríos Castellanos afirmó que la nueva Reforma Urbana de Quintana Roo involucra a los sectores sociales, académicos, colegiados y de cámaras para que se conviertan en agentes con participación en las decisiones de infraestructura y proyectos de gobierno, el objetivo principal es contar con un diagnóstico actualizado que identifique las necesidades y problemas prioritarios de la Zona Metropolitana Cancún-Isla Mujeres y darles la debida atención.

Carlos Joaquín sostuvo un diálogo abierto y transparente en la Segunda Glosa Ciudadana de Gobierno Abierto de Quintana Roo

Sí habrá reducción de IVA en 2020: Jesús Pool Moo

Cancún.- Será el presidente Andrés Manuel López Obrador el que autorice, por decreto, el descenso del IVA de 16 a 8%, y del Impuesto Sobre la Renta, para la zona de Chetumal, a mediados del año próximo.
Así lo reveló el diputado federal Jesús Pool Moo, quien, como integrante de la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, explicó que no se ha incumplido con esta promesa, sino que se está tomando tiempo para analizar el impacto de estas reducciones en la zona norte.
“Recuerden que el presidente entró en funciones en diciembre, apenas terminamos el ejercicio 2019, pero está contemplado para 2020”, señaló en entrevista, previo a su primer informe de labores.
En las reuniones con la Comisión de Hacienda, se determinó no incluir la reducción en el paquete fiscal del año próximo, pues será hasta febrero que se rinda un informe sobre el impacto en la zona norte. Por ello, será el presidente quien realice esta acción, mediante decreto
“Chucho” Pool estimó que el presidente haría el anuncio en unos seis meses, aseverando que antes que concluya el año próximo ya se implementarán estos beneficios fiscales.

PROYECTOS PARA QUINTANA ROO
Cuestionado sobre los proyectos destinados a Quintana Roo, destacó el financiamiento para el dragado del Canal de Zaragoza, logrado por una reunión entre su comisión con la Secretaría de la Marina y la Administración Portuaria Integral de Quintana Roo.
También se concretó la ampliación del Aeropuerto Internacional de Chetumal, con 150 millones de pesos, etiquetado por otra comisión en la que participa, la de Comunicaciones y Transporte.
También están las dos Universidades del Bienestar en el estado: en Tihosuco y Kantunilkín.
Por último, se reformó la ley para que los ayuntamientos puedan destinar el 30% de los recursos que obtienen por el Zofemat para el sargazo, algo que antes no podían.

Quienes aspiran a la gubernatura andan despistados, fustiga Yeidckol Polevnsky

 

Cancún.- Ahora son tiempos de trabajo, no de pensar en candidaturas, enfatizó la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky Gurwitz, quien criticó el “destape” realizado en fechas recientes por legisladores federales en favor de la senadora Marybel Villegas Canché.
Al igual que en su anterior visita, la líder de Morena negó que tengan divisiones internas, pero luego procedió a criticar a la fracción contraria, particularmente a Villegas Canché, identificada con la corriente de Ricardo Monreal Ávila.
Entrevistada durante el informe de labores de los diputados Jesús Pool Moo y Mildred Ávila Vera, Polevnsky Gurwitz afirmo que uno de los aciertos más grandes de Morena es tener gente como ellos, y que le daba gusto que hagan esta clase de eventos abiertos para rendir cuentas, algo que aseguró hacen todo el tiempo.
Sobre divisiones internas, comentó que “el presidente no se mete en grillas, y nosotros tampoco. Quienes generan divisiones no conocen el espíritu de Morena. Es un tema de altura de miras”.
Insistió que quienes dividen no son en realidad de Morena, añadiendo que los espacios y el respeto se ganan con trabajo, “no haciendo grillas”.
A la pregunta si se reunirá con aspirantes a la gubernatura, atajó que todavía no son los tiempo de pensar en candidaturas, sino de trabajar.
“Quienes aspiran a la gubernatura andarán despistados, mareados”, comentó la dirigente. “Hacer cosas fuera de momento habla muy mal”.
Sobre el “destape” de la senadora Marybel Villegas Canché por un grupo de 20 senadores, Yeidckol Polevnsky dijo que ellos deben andar distraídos, porque no son tiempo de elecciones y no porque se adelanten a algo significa que funcionará. Aclaró que la decisión se tomará con base en encuestas, no en el Senado, para que hable la sociedad, “no por grillas o madruguetes. Eso es vergonzoso, eso lo traen de los partidos que vienen.”

PROCESO INTERNO
La dirigente nacional culpó de la cancelación de las asambleas distritales del partido al ex secretario de Organización, Gabriel García, que entregó un padrón “rasurado” que obligó al Tribunal Electoral a revocar el proceso.
Ahora, explicó, se hará un proceso de afiliación, que arrancará en enero, para una posterior validación y credencialización. Solo entonces se emitirá una convocatoria a nuevas asambleas, que se realizarán tres meses después, para que en otros tres meses se haga el consejo nacional y se elija a un nuevo dirigente.
En Quintana Roo, por mientras, se designará a un nuevo delegado para que funja como dirigente estatal, aclarando que no será Ricardo Velazco Rodríguez quien ya renunció (para contender como consejero) y quien ya tuvo su oportunidad.
“Veremos otras propuestas”, dijo, sin saber todavía quien, pues falta consensuarlo; no obstante, recalcó que sería alguien que sepa sumar, y no dividir.

Ejecutan a ex esposa de Notario Público 78, Jorge Parra Moguel, actual esposo de la senadora Marybel Villegas

Cancún.- Una mujer fue “venadeada” cuando circulaba en su camioneta, por sujetos desconocidos que dispararon en varias ocasiones contra ella, hecho ocurrido en la Supermanzana 525 sobre la avenida Chac-Mool y avenida Fonatur aun costado de la tienda de autoservicios Chedraui.
Varios casquillos quedaron sobre la avenida, cuando los sujetos armados lanzaron tres detonaciones sobre el vehículo KIA que conducía una mujer de nombre Rocío M. E., de 45 años, e iba acompañada de sus dos menores hijos, quienes afortunadamente salieron ilesos del ataque, no así la mujer que quedó sin vida en su auto.
Presuntamente la ejecutada es esposa del notario público 78 con sede en Playa del Carmen y actual esposo de la senadora Marybel Villegas Canché. Era integrante del desaparecido Grupo de Agencia Federal de Investigaciones (AFI)
Al llegar los elementos de la Fiscalía General del Estado (FGE), recabaron ocho casquillos percutidos de arma calibre .40; mientras que el Servicio Médico Forense se hizo cargo del levantamiento del cadáver.
Los menores se reportan fuera de peligro y fueron trasladados en una ambulancia para ser valorados en una clínica particular.