Padecen profesionistas marginación laboral en la Zona Maya

*Ingeniera con maestría optó por regresar a su pueblo y sobrevivir con un vivero, antes de tomar un trabajo mal pagado en Banco Azteca.

 

José María Morelos.- Lucía Yam, luego de titularse como ingeniera en agroecología y sacar su maestría, decidió regresar a su pueblo, en Santo Domingo, para cultivar la tierra, en parte por decisión propia y en parte por las pocas opciones laborales para gente con conocimientos académicos, aunque reconoce que el emprendurismo no es fácil ni es una opción para todos.
La joven trabaja en un vivero junto a su hermano, donde cultiva plantas de ornato, cítricos, aromáticos y, más recientemente, cactus. La promoción la hace a través de Facebook, aunque su hermano le toca ir tres veces por semana a José María Morelos y una más a Dziuché. Hoy, por ser día de la madre, ambos están en la calle.
Según explicó, el trabajo asalariado es complicado, sin importar la formación académica, por su precarización y reducido salario. Al comentarle que muchos titulados del Uimqroo terminan como cobradores para Banco Azteca, ella opinó que a menudo resulta que ese puesto paga mejor que muchos de los que se ofrecen en su campo.
Sin embargo, ella dijo preferir el camino que tomó, aunque implique mucho trabajo, pues dijo ser muy noble y gratificante ver crecer lo que siembra, además de estar en la tranquilidad de su pueblo, cerca de su familia. También es reconfortante mantener un mínimo impacto sobre el medio ambiente, al usar PET reciclado para las macetas y composta para la tierra.
“El que lo hagamos es porque tenemos ventajas, como la tierra, que es fértil, el espacio, que yo tenga los conocimientos, que no todos tienen”, comentó, indicando que el emprendurismo no es una opción sencilla para todos, pues implica depender de la venta para comer, la que no siempre sale.
“Todo es trabajo; la producción, la promoción y la venta. Hoy estamos aquí, lo que significa que no estamos en el vivero, cultivando. Si hubiera capital, tendríamos asalariados, pero no es así”, comentó la ingeniera.
Una opción podría ser el financiamiento, pero esto también es “un dolor de cabeza”, por sus reglas, que implica el darse de alta en Hacienda y pagar impuestos, un gasto que a la larga puede salir contraproducente, aunado al tiempo y gasto que implica la contabilidad.
Comentó que ella también tenía un proyecto para generar textiles, pero se le hace inviable porque en la creación de una bolsa o una prenda, hay un tiempo de diseño, de prueba de materiales, moldes y pruebas de resistencia que nadie se los va a pagar.
“Luego cuestionan el precio, pero no ven el trabajo detrás”, comentó.
Las creaciones son difíciles de proteger porque, aunque se pueda registrar una marca, con el gaso que implica, esto no aplica para el diseño, que es un proceso aparte.

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